Los ojos del viajero: ‘Cartones de Madrid’ de Alfonso Reyes en la colección Cvltvra

Crear subtítulo: A propósito de Alfonso Reyes: Cartones de Madrid, Cvltvra, t. IV, núm. 6, 1 de agosto de 1917, 100 p.

Sergio Ugalde Quintana

Después de haber salido de París, huyendo de los bombardeos de la Primera Guerra Mundial, y de haber perdido su puesto diplomático en la representación mexicana, Alfonso Reyes llegó a Madrid el 2 de octubre de 1914. Ahí el escritor quedó impresionado por la nueva realidad social que observaba. Sin trabajo y en busca de un sustento, pasó por muchas posadas y se dejó llevar, guiado por Eduardo Colín, a numerosos barrios bajos. En ellos descubrió un mundo nocturno y terrible que le causó inquietud. El primer impulso fue dejar plasmadas sus impresiones en una serie de viñetas sobre la vida madrileña. Le impactaron los mendigos, los ciegos, los personajes deformes y harapientos que encontraba a su paso. Pero Reyes no sólo se sorprendió del bajo fondo de esa sociedad, también quedó impresionado por la intensa vida intelectual de la capital española. Asistió a las primeras exposiciones cubistas de Picasso y de Diego Rivera; frecuentó las conferencias de Vallé Inclán; procuró los diálogos con Francisco Giner de los Ríos; se acercó a Azorín y a muchos otros intelectuales españoles. Con todo el cúmulo de esas experiencias, que incluía lo más instintivo y lo más intelectual, Alfonso Reyes escribió los textos que poco después titularía Cartones de Madrid.

El joven ensayista publicó esas impresiones en periódicos y revistas de Europa y América. Las primeras aparecieron en febrero de 1915 en El Heraldo de Cuba; otras vieron la luz en Las Novedades, de Nueva York; otras más en la revista España, de Ortega y Gasset. Reyes necesitaba dinero y publicaba en donde se lo permitieran. El acercamiento con los dos primeros periódicos se debió a su amigo Pedro Henríquez Ureña. De hecho, en las cartas con el dominicano se puede seguir de forma puntual la génesis de esos textos. Los dos habían tenido que salir de México de forma abrupta y cada uno incitaba el acercamiento del amigo con el mundo intelectual que el otro descubría. En esas misivas, Reyes habla de sus impresiones sobre la capital española y sobre las lecturas que en ese momento realiza. Estas últimas le sirven de sustento para elaborar sus Cartones. A Henríquez Ureña le cuenta de las traducciones de libros de economía que realiza –a partir de ellas sostiene sus reflexiones sobre la mendicidad y la picaresca–; le habla de las ediciones de autores clásicos que prepara para la editorial Calleja o La Lectura, que le sirven para aderezar muchas de sus ideas sobre la vida capitalina; le cuenta de sus visitas al Prado, donde descubre los cuadros del Bosco. En fin, en esas cartas se pueden seguir las experiencias que propician, entre octubre de 1914 y mayo de 1917, la redacción de los textos que conformarían Cartones de Madrid. Todos ellos serían reunidos hacia mediados de este último año cuando, desde México, llegué la invitación a colaborar con un nuevo proyecto editorial.

El 3 de octubre de 1916, a escasos dos meses de haber lanzado la colección Cvltvra, Agustín Loera y Chávez escribió una carta a Alfonso Reyes, donde relataba los avatares de la recién fundada empresa editorial. Loera explicaba que la colección tenía el objetivo de difundir, “a semejanza de otras publicaciones análogas de Costa Rica y Argentina”, el conocimiento de los buenos autores entre las clases populares de México y se dirigía especialmente a un público de “estudiantes” e “intelectuales” del país. El editor invitaba a Reyes a enviar “una selección” de sus textos y elaborar así un cuaderno para la colección. “¿Nos atreveríamos, abusando de su amabilidad extrema, a pedirle algo inédito?”: Julio Torri, al tanto de la comunicación, firmó al calce la misiva de Loera. A vuelta de correo, en carta dirigida a Torri, Reyes confirmó su colaboración: “Desde luego que les enviaré algo para su colección […]. No podré enviar nada inédito […], pero sí enviaré algo casi inédito: artículos que se han publicado en diversos continentes” (15 de noviembre de 1916). El volumen tardaría algunos meses en concretarse. Finalmente, en mayo de 1917, Reyes reunió sus textos, escribió un par de páginas de presentación (que tituló “A mis amigos de México y Madrid, salud”), empaquetó todo y lo envió con dirección a su país. El ensayista había decidido utilizar en el título un término que enlazaba tanto el mundo de las artes plásticas como una tradición literaria. Un cartón, en el lenguaje pictórico, es: “un dibujo sobre papel o lienzo, […] ejecutado en el mismo tamaño que ha de tener la obra de pintura, mosaico, tapicería o vidriería para que le sirva de modelo” (DLE). El trasfondo visual de los textos de Reyes, patente en varias viñetas, quizá se vinculaba con las numerosas exposiciones de cartones que ese año se habían realizado en Madrid y a las cuales seguramente el mexicano había asistido. Sin embargo, en el título también se aludía a una tradición literaria: era evidente el guiñó a Ángel de Campo quien en 1897 había publicado una serie de textos –a caballo entre la crónica, el relato de costumbres y el cuento– que intituló: Cartones. Un volumen de Ángel de Campo había inaugurado la colección Cvltvra. La dimensión plástica de la escritura periodística de Reyes en este proyecto fue muy bien captada por Julio Torri quien, a la hora de confeccionar el cuaderno, decidió incluir en la portada un grabado de Goya: “La portada del tomito es un verdadero acierto”, aseguró Reyes tiempo después. El cuidado de los textos estuvo a cargo del propio Torri y de Manuel Toussaint. La imprenta Victoria se encargó de hacer el tiraje. El precio fue de $0.30 oro nacional para los compradores en la república y de $0.20 oro para el extranjero. El libro tuvo que montarse, diagramarse y revisarse en menos de un mes. Finalmente salió a la venta el 1º de agosto de 1917. De inmediato, Torri le hizo llegar los ejemplares a su amigo: “Mi caro Alfonso: Te hemos enviado 75 ejemplares de tus Cartones de Madrid. […] Tu libro es el que menor número de erratas contiene en Cvltvra; esto no quiere decir que carezca de ellas. Se trata de una imprenta muy pobre, y aunque corregí cinco veces las pruebas venían con nuevos errores” (24 de agosto de 1917).

En México, el libro fue bien recibido. En El Universal aparecieron dos reseñas: una de José D. Frías, bajo el seudónimo de El licenciado Vidriera, el 18 de agosto de 1917; otra de Carlos González Peña, firmada con el seudónimo de Arkel, unas semanas después. Por distintos testimonios se sabe que González Martínez, Rafael Cabrera y Rubén M. Campos leyeron con agrado el volumen. Las reacciones fueron tan positivas que Torri aseguró a Reyes: “Mucha gente me pide tu dirección para escribirte. Pedro diría que estás de moda en México” (24 de agosto de 1917). En España no se publicaron reseñas sobre el libro. De hecho, los únicos ejemplares que llegaron a la península fueron los enviados al autor. Por las cartas con Torri, sabemos que de Cartones de Madrid se hicieron dos tirajes: uno rústico y otro de lujo. Los 75 ejemplares de autor, en edición de lujo, llegaron a Reyes hacia mediados de septiembre de 1917. Reyes no tardó en distribuirlos. A Pedro Henríquez Ureña, que acababa de pasar un periodo de un mes en Madrid, le escribió: “Si hubieras podido quedarte unos días más habrías presenciado la gloriosa inundación de Cartones de Madrid que el correo me trajo” (28 de septiembre de 1917). A Azorín, quien calificó Cartones como un libro “exquisito, esencia de España”, le mandó de inmediato un volumen; Rafael Calleja, dueño de la editorial del mismo nombre, recibió otro. Es muy probable que Reyes haya entregado ejemplares de Cartones de Madrid a Enrique Díez Canedo, a Juan Ramón Jiménez a José Ortega y Gasset, entre otros.

De esta manera, los textos escritos a partir de las impresiones de un exiliado mexicano en la capital española pasaron a formar parte de un ejemplar de la colección Cvltvra que, entre la Ciudad de México y Madrid, manifiesta las labores de una red de escritores y editores involucrados en un proyecto editorial clave para la literatura mexicana del siglo XX.