La antología ‘Antigua literatura indígena mexicana’ de Luis Castillo Ledón

Crear subtítulo con: A propósito de VV. AA.: Antigua literatura indígena mexicana, estudio y arreglo de Luis Castillo Ledón, Cvltvra, t. V, núm. 4, México, 30 de septiembre de 1917, 63 p.

Freja I. Cervantes

A un mes del primer aniversario de la colección Cvltvra, en septiembre de 1917, apareció una singular antología con estudio y selección del historiador Luis Castillo Ledón (1879-1944), entonces director del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, cuyo título Antigua literatura indígena mexicana introducía en la serie un tema hasta ese momento pendiente y, por supuesto, polémico para la época, si se consideran las reacciones y debates para la historiografía nacional a partir de la publicación de Forjando patria, de Manuel Gamio, en 1916: el cuestionamiento al mito del mestizaje y la asimilación de las culturas originarias de México en la vida nacional.

Acompañó al inquietante título la portada del artista Antonio Cortés que, gráficamente, fue una de las más bellas y excepcionales de la colección por su dibujo a línea: una síntesis estética en la que se anticipaba la conjunción de la línea del dibujo azteca con la geometría decorativa del art decó. Luis Castillo Ledón escribió el breve estudio de la antología y se encargó de la selección de textos antiguos que desde el siglo XIX se han designado como literarios: los himnos a Huitzilopochtli, Tláloc y a la Madre de los Dioses; doce cantos de los noventa y dos que constituyen los Cantares mexicanos; la Oración a Texcatipocla demandándole favor en tiempo de guerra y Oración a Texcatipocla demandándole favor para el Señor recién elegido, ambas anónimas; y el primero y segundo cantos de Netzahualcóyotl.

Con esta antología, Castillo Ledón se propuso difundir en lengua castellana las obras literarias producidas por la civilización indígena anterior a la conquista española, que, desde la visión del antólogo, era poseedora de una literatura marcadamente pagana, al igual que la griega, aunque sin duda fuese tan exótica como la japonesa. La selección dirigida a los modernos lectores de la segunda década del siglo xx era la primicia de lo que se aseguraba sería una publicación mayor a su cargo, con anuencia de la Dirección General de las Bellas Artes, la cual lo había comisionado para llevarla a cabo, como director del Museo. De esta forma la antología ofrecía, a manera de un adelanto, algunas muestras de la literatura prehispánica en lengua náhuatl, que Bernardino de Sahagún había recogido en sus obras, y que por vez primera se publicaban traducidas directamente del náhuatl al castellano en el número 4 del tomo V de la colección Cvltvra.

La traducción del manuscrito completo de los Cantares mexicanos, cuyo redescubrimiento había acontecido a mediados del siglo XIX por José María Vigil, como director de la Biblioteca Nacional, sería finalmente realizada por el profesor de lengua mexicana Mariano Jacobo Rojas (1842-1936), quien en el momento de publicar la antología se ocupaba de la traducción completa, por encargo del director Castillo Ledón, para imprimirla en una vasta edición comentada y anotada que llevaría el sello del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. No obstante, la edición mayor no se realizó como se esperaba, por lo que la antología de Castillo Ledón en Cvltvra representa la primera publicación que presenta algunas versiones de los Cantares en el siglo xx, para su amplia difusión en un público hispanohablante.

En mayo de 1917, y mediante correspondencia oficial, el arqueólogo Ramón Mena Issasi le presentó a Castillo Ledón el trabajo de traducción del profesor Mariano Jacobo Rojas para convencerlo de financiar la traducción completa de los Cantares mexicanos, como documento histórico fundamental para los estudiosos de la cultura náhuatl. Para Mena Issasi las traducciones de Mariano J. Rojas eran las más adecuadas ya “que tienen de notable, el conservar la mentalidad, el sabor, por decir así, netamente indígena; pues están hechas por quien vivió desde su niñez entre los indios, conoce a perfección su lengua y no es un literato, cosa que influenciaría seguramente sus versiones”. Para comprobarlo, Mena le sugiere a Castillo Ledón que compare a manera de ejemplo el primer canto, “Cuicapeuhcayotl”, de la versión de Daniel G. Brinton con la de Rojas.

De esta forma, Mena Issasi convenció al director Castillo León de que el gobierno le pagara 300 pesos oro nacional por las 62 versiones faltantes al traductor Mariano J. Rojas, aparte de su sueldo como empleado del Museo, lo que hace suponer que para ese momento el profesor Rojas tenía varios cantos traducidos. También se acordó que la traducción de Rojas iría acompañada de notas explicativas etnográficas y arqueológicas, y “a veces lingüísticas”, realizadas por el arqueólogo. Es muy probable que Mena Issasi terminara de convencer al director del Museo al afirmar que “con la adquisición de estas versiones, que serán entregadas periódicamente, se tendría el verdadero origen de la Literatura Nacional”. Este último argumento lo sostendrá el antólogo de Antigua literatura indígena mexicana al presentar su selección como un volumen más de la colección Cvltvra consagrado “a las letras nacionales”.

La invitación a Luis Castillo Ledón para realizar la edición de la antología fue del director de la colección, Agustín Loera y Chávez, que en 1917 fungía como Oficial Mayor de la Dirección de Bellas Artes en el gobierno de Venustiano Carranza, instancia de la que dependía el Museo para la aprobación de proyectos. Loera y Chávez autorizó el pago para la traducción, convencido, al igual que Castillo Ledón, de la importancia de traducir los Cantares mexicanos y, en cuestión de tres meses y medio, se realizó la edición de la antología. Por la correspondencia oficial entre Luis Castillo Ledón y Agustín Loera y Chávez, se presume que Mariano J. Rojas se basó en el original alojado en la Biblioteca Nacional, y no en una transcripción parcial, como la versión inglesa de Brinton incluida en The Library of aboriginal American Literatures y publicada en 1887.

A partir de la antología de Cvltvra sobre la antigua literatura indígena mexicana se documenta el intento de publicar los Cantares mexicanos durante la década armada, y de las versiones de Mariano J. Rojas por encargo de un incipiente Estado editor, bajo el régimen del primer jefe del Ejército Constitucionalista. Las versiones de Rojas se encuentran publicadas en la edición preparada por Rubén M. Campos: La producción literaria de los aztecas, de 1936, año de la muerte de este traductor, educador e ilustrado profesor de náhuatl, de origen tepozteco. Sobre la traducción de Rojas prevaleció el juicio negativo del filólogo Ángel María Garibay, quien contundentemente la desestimó en su Historia de la literatura náhuatl, un legado continuado por Miguel León-Portilla, como el editor de los Cantares mexicanos en el siglo XXI, que lo omite por completo. A más de un siglo de Antigua literatura indígena mexicana, resulta necesario cuestionar el fundamento ideológico de la visión filológica hispana sobre la literatura indígena a la luz de las tradiciones textuales que han definido los discursos historiográficos de la literatura mexicana.